jueves, 10 de julio de 2008

Música despojada, desde adentro hacia fuera, sin filtros

Los espacios no hay que buscarlos, sino generarlos. Esta consigna, de alguna manera, forjó Tocate Mil, un ciclo de canciones de autor que se extendió durante todos los miércoles de junio en Kalma Bar -14 y 57-

“No pagues por tocar” y “Tocate mil”, fueron algunos de los conceptos que le dieron forma al proyecto. Una suerte de carta de presentación que aboga por la libre expresión, y la nulidad de los condicionamientos económicos que se les presentan a los músicos a la hora de intentar subirse a un escenario.
Palabras impetuosas, carente de agresividad, que bien podrían constituirse como las bases del Manifiesto del Artista Independiente.

“El ciclo es una especie de extensión de ciertas noches que se venían viviendo en la casa en donde habito, junto con Pancho y Seba Rulli, que decidimos abrir muchas veces a gente amiga y no tan cercana para dar recitales y mostrar canciones, que en definitiva es lo que amamos, es nuestro oficio” Canciones de autor, así define Pablo Vidal el perfil y los trabajos de todos los solistas que formaron y forman parte de esas noches de canciones despojadas que se compartieron con el público en Tocate Mil.
“Decidimos que era hora de que toda esa música saliera a respirar un poco, en una presentación algo más formal, como es en un bar”

Lautaro, bajo el nombre de Moscú y sus EP, fue quien abrió la ronda de canciones, acompañado a veces de imprevisto por un hombre deseoso de cantar melodías cercanas al bolero. Luego llegó Miro y su fabulosa orquesta de juguete, conjugando de forma dinámica guitarra, armónica, voz e instrumentos de cotillón y cerraron la noche, los temas agudos y profundos de Seba Coronel.
Durante el segundo encuentro el clima fue algo más ecléctico, por la diferencia en el género y el número. Lo primero que se escuchó fue un teclado, ejecutado por Bruno Lontrato, quien fue haciéndonos entrar en clima, junto con el Niño Índigo en guitarra. El trío folk encabezado por el Manco Fiori ocupó el escenario durante más tiempo del que esperaba, a pedido del público, y cuando se despidieron definitivamente, Pablo Matías Vidal se acomodó con su guitarra en la silla central que, pasada la primer media hora dejó a un costado, ya que la energía generada en el ambiente lo demandaba.
Una de las plumas que graficó la tercer noche del ciclo, apodada Ricardo Riquec, en la que tocaron Maxi Ceratti, Laura Citarella y Joaquín Rodríguez, escribió: “Acá los miércoles empiezan tibios y te terminan arrancando los ojos”.
Síntesis perfecta sobre cómo y de qué forma sucedió todo aquello en las tres primeras noches y en la última, en donde se presentaron Seba Rulli, Franco Ruiz y El Soviético –acompañado por Pablo Vidal y Moscú-

La puesta en escena

La propuesta era clara: música despojada, desde adentro hacia fuera, casi sin filtros, el artista y su obra en comunión profunda con el público que, hasta cierto punto fue sólo eso.
La ambientación estuvo lejos de ser cuestión de azar, la ambientación fue la gente que sintió y actuó acorde al impulso, al motor generador.
Ya no eran los músicos mostrando su obra, ya no eran ellos solos desnudándose para otros que descansaban en sus sillas, sino una multitud de almas compartiendo algo, absorbiendo partes.

Noche a noche se vivió algo extraño dentro del bar. Daba la sensación de que todo lo demás empezaba a suceder cuando ocurría un impasse en el escenario. Las mesas, las copas vueltas a colmarse, los dibujos de Kandinsky en la pared, maratones de mujeres al baño, hasta que volvía a escucharse una nueva y pequeña prueba de sonido…


Josefina Garzillo para De Garage

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